Dr. Manuel Fernández H.
Introducción
El que quiera entender la realidad
ética de la ciudad actual, sus problemas, sus métodos e instrumentos de
planificación, no escapa de confrontarse con su desarrollo histórico. Esto no
significa tener que remontarse a los inicios del desarrollo de la ciudad, la
ciudad de la sociedad agraria, por tanto de la ciudad de la Antigüedad, de la Edad Media y de los
Tiempos Modernos, que hasta fines del siglo XVII actúa caracterizando sus
edificaciones, su planta urbana hasta su subdivisión predial. Más aún,
determina en gran medida la atmósfera individual de cada una de estas ciudades.
Se trata más bien de dar una visión de la ciudad a partir de la primera
revolución industrial, es decir, a partir del primer cuarto del siglo XIX.
Las condiciones de la ciudad
primitiva, cambiaron radicalmente con la revolución industrial. El violento
crecimiento demográfico, facilitado por los avances en la productividad
agrícola y en la higiene, hizo crecer las ciudades, cuyas fábricas ofrecían los
medios de subsistencia que ya no existían en el campo. Simultáneamente con
estos cambios de las características de la población se desarrollaron los
medios técnicos para la transformación del medio ambiente. Pero, al mismo
tiempo, el Estado se retiró cada vez más de ejercer influencia sobre estos
acontecimientos. El liberalismo de Adam Smith basado en la tesis de la
"mano invisible", en la cual "los egoismos individuales"
conducirían, por último, al ascenso del bienestar común, le dejaba al Estado
sólo la tarea de la defensa ante el peligro.
Característica de esta idea básica, es
la ley general estatal prusiana en 1794 en que se afirma: que por regla general
"cada propietario está facultado, para ocupar sus terrenos con edificios y
también para transformar sus edificaciones". Pero a esta libertad en la
construcción sigue una restricción, según la cual, para "que los cambios
no afecten el bien común, a la estética urbana y los espacios públicos, no se
deben realizar construcciones ni transformaciones".
Es evidente, que esta formulación se
puede prestar para todo tipo de interpretaciones, lo que individualmente puede
conducir a daños, inseguridad y transformación, y que no es tan simple de ser
normada.
Con la Revolución Industrial,
cambia el rol de la ciudad. Junto con el lugar central, que es sustentado por
un entorno agrícola, emerge la ciudad como centro industrial. Conjuntamente se
transforman los tamaños de las ciudades y su población crece en forma mucho más
violenta que antes.
Cambia también el aspecto formal de la
ciudad y las condiciones de vida en ella. En la ciudad burguesa relativamente
homogénea de la era preindustrial irrumpe la fábrica, y con esto no sólo un
nuevo elemento, sino que también una nueva escala. La ciudad burguesa se
transforma en gran medida en la ciudad obrera, la separación espacial del lugar
de residencia y de trabajo es algo normal y fuera de las fortificaciones
reconocidas ya como inútiles, ésta se expande en forma desordenada hacia la
periferia.
No es este el lugar para entrar en
consideraciones sobre expresiones formales a la solución del problema, como las
manifestaciones de Owen (2) con sus
conjuntos habitacionales para 100 personas o el Falansterio de Fourier (3) y el
Familisterio de Godin (4), pero sí se
puede decir, que se reconoce una vertiente de la cual la planificación urbana
de décadas posteriores concibe la aspiración hacia una forma urbana que tuviese
mejores condiciones para el bienestar de los seres humanos, que la ciudad de la
incipiente era industrial.
Cont....
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